Leopoldo María Panero (1948-2014) murió el pasado 5 de marzo. Hice su obituario en este periódico. Leopoldo -al que traté mucho antes de su entrada sin salida a los manicomios- era un excelente poeta de lo irracional lúcido, pero llevaba en él una tremenda carga autodestructiva y alguna enfermedad mental (su madre decía que desde niño) que la medicina psiquiátrica frenó, pero nunca curó. El 'monstruo' en que se convirtió el Leopoldo final, el del manicomio de Las Palmas, no era fruto de sus excesos -no podía cometerlos, estaba muy vigilado- sino de su enfermedad. En esa etapa final, Leopoldo sólo decía frases o versos -muy repetidos- no podía hacer subordinadas, y así a mí no me queda sino pensar que sus últimos poemas (en general los de esa etapa de Las Palmas) eran suyos, porque en ellos brillan sus obsesiones y latiguillos, pero que alguien le debía ayudar -publicó varios libros con otros poetas, poco conocidos- como en este póstumo 'Rosa enferma' (Huerga & Fierro) parece que le dicta o ayuda una mujer a la que agradece, Evelyn Lezcano...
Con Leopoldo ha desaparecido toda la familia Panero. Pero el autodestructivo, el seguidor de Artaud, el que repetía el verso de Mallarmé, "la destrucción fue mi Beatriz", al que todos los cercanos dábamos por muerto joven en su claro impulso tanático, ha sido el último en morir. ¿Puede la Medicina -como institución- tener casi 30 años a un hombre en distintos psiquiátricos, sin curarlo pero no dejándolo acabar?
Rosa enferma son XVIII poemas que podían ser uno solo en partes. Vemos (con su fuerza y riesgo) al Leopoldo de los últimos años que opone el poema a la vida, desdeña la raza de los hombres -decía que los locos eran unos cabrones- y piensa en la nada como reino final. "Zumo de rosas demacradas", dice. Todo es muy suyo mentalmente: "Mi madre malamada Felicidad" (...) "La espuma que borra el crucifijo paterno" (...) "Buenas tardes, don Leopoldo, su casa ha sido derruida", obvia alusión a Luis Rosales. "Aunque la verdad sea que no hay nada peor que la vida" (...) "Todo hombre es castillo de una princesa muerta". Y por supuesto la frase de Derrida otra vez: "Todo poema corre el riesgo de carecer de sentido y ...". Como se vuelve a citar la destrucción como Beatriz 'mallarmeana'... El poema "que escupe contra la vida y contra el hombre". Y el final: "Como si estuviera por fin solo / Colgado del último verso".
No hay duda de que el libro se lee con emoción porque Leopoldo María era un poeta notable y además porque uno no puede dejar de tener presente el mucho sufrimiento y desastre que vio. Pero no estoy seguro que no salgan más inéditos de Leopoldo con peor o mejor factura. El poeta (como en los últimos libros) repite hasta la extenuación su drama, y la poesía le sale por los ojos hondos y la voz oscura. Pero si me preguntan y debo ser sincero, leyendo estos finales poemas con ternura y daño, diré que el gran Leopoldo está en "Narciso en el acorde último de las flautas" (1980), antes de los manicomios. "¿El ultimo poeta?" Viejo tópico. Por esas, el último sería Hölderlin. Y ya es pronto. Grande, desdichado Leopoldo...